martes, 15 de mayo de 2018

Lee Sin, El Monje Ciego




Entre los muchos espíritus que los jonios veneran, ninguno es tan legendario como el del dragón. Si bien algunos creen que representa la ruina, otros lo consideran un símbolo de renacimiento. Muy pocos lo pueden decir con certeza, aun menos han sido capaces de canalizar el espíritu del dragón, y ninguno lo ha hecho por completo, excepto por Lee Sin.

Llegó al monasterio Shojin siendo un niño, afirmando que el dragón lo había elegido para ejercer su poder. Los monjes ancianos vieron destellos de su fuego en el talentoso chico, pero también pudieron sentir su orgullo insensato y el desastre que podría provocar. Con cautela, lo acogieron como discípulo. Sin embargo, mientras los demás avanzaban, los ancianos lo mantenían lavando platos y limpiando pisos.

Lee Sin comenzó a impacientarse. Ansiaba con cumplir su destino, no perder el tiempo en tareas cotidianas.

Escabulléndose a los archivos ocultos, encontró algunos textos antiguos que describían cómo invocar el reino de los espíritus, y tomó la decisión de alardear de su habilidad durante una lección de combate. Sin pensarlo dos veces, liberó la ira del dragón en una patada que paralizó a su maestro. Consumido por la vergüenza y expulsado por su arrogancia, el joven se dispuso a redimirse.

Los años transcurrieron. Lee Sin deambuló en las lejanías, en lugares muy distantes, ayudando con benevolencia a aquellos que lo necesitaran. Sus viajes lo llevaron a Fréljord. Allí conoció a Udyr, un hombre salvaje que canalizaba a las bestias primitivas de su tierra. El hombre, conocido como Cambiapieles, luchaba para controlar los poderes que combatían en su interior, y Lee Sin comenzó a cuestionarse si controlar al dragón sería posible. Al compartir la necesidad de una guía espiritual, ambos forjaron un vínculo, y Sin invitó a Udyr a unirse a su travesía, de vuelta a su hogar.

Ambos se consternaron al escuchar que el imperio noxiano había invadido Jonia. Los monjes de todas las provincias habían acudido para defender el monasterio sagrado de Hirana, en lo alto de las montañas.

Lee Sin y Udyr lo encontraron sitiado. Los soldados noxianos habían penetrado el gran salón de Hirana. Mientras Udyr se apresuró en unirse a la lucha, Lee Sin titubeó al ver a sus antiguos compañeros y maestros caer en manos de espadas enemigas. La sabiduría de Hirana, Shojin, gran parte de la cultura ancestral de Jonia... todo estaría perdido.

Sin otra alternativa, invocó al espíritu del dragón.

Una tormenta de flamas lo absorbió, hizo arder su piel y quemó la vista de sus ojos. Impregnado de un gran poder, atacó a los invasores con una ráfaga de golpes vertiginosos y patadas rápidas; el indomable espíritu ardía con mayor intensidad en cada ataque.

Los monjes habían triunfado, pero las acciones desesperadas de Lee Sin dejaron el monasterio en ruinas y había perdido la vista para siempre. Por fin, en la oscuridad cegadora, comprendió que ningún mortal podría doblegar a su voluntad la fuerza del espíritu dragón. Devastado y agonizante, ató un pedazo de tela sobre sus ojos invidentes y, tambaleándose, intentó regresar a los senderos de las montañas.

Pero los maestros sobrevivientes lo detuvieron. Al renunciar a todo su deseo de poder, su discípulo desprestigiado estaba listo para comenzar de nuevo. Aunque no olvidarían sus precedentes de arrogancia, los monjes le ofrecieron absolución: la ira del dragón era letal e impredecible, eso era innegable, pero las almas mortales más humildes y dignas podrían hacer frente a su feroz naturaleza y utilizarla de vez en cuando.

Agradecido, Lee Sin se quedó con los monjes para reconstruir su monasterio y, una vez que terminaron el trabajo y el Cambiapieles regresó a Fréljord, Lee Sin se dedicó plenamente a la búsqueda de la iluminación.

En los años que siguieron al final de la guerra contra Noxus, continuó meditando sobre su rol en Jonia. Consciente de que a su tierra natal aún le esperan desafíos, Lee Sin debe perfeccionarse a sí mismo y al espíritu del dragón que yace en su interior para hacer frente a cualquier enemigo que esté por venir.

Jonia, El Florecer De La Magia Natural




Jonia es una tierra de una belleza inmaculada y una magia natural. Las personas que la habitan, en asentamientos dispersos por esta enorme isla continente, son muy espirituales y buscan vivir en armonía y equilibrio con el mundo. Hay muchas órdenes y sectas en toda Jonia, cada una con sus propios (a veces conflictivos) principios e ideales. Autosuficiente y aislacionista, Jonia se mantuvo siempre neutral en las guerras que han arrasado Valoran durante siglos... hasta que fue invadida por Noxus. Este brutal conflicto y posterior ocupación obligó a Jonia a replantearse su lugar en el mundo. Aún no se determina cómo reaccionará y el camino que Jonia seguirá en el futuro, pero será de suma importancia para Runaterra.

Yasuo, El Imperdonable




Cuando niño, Yasuo constantemente creía en lo que los demás decían sobre él en su aldea: en los mejores casos, su mera existencia era un error de juicio; en los peores, él era un error que no podía deshacerse.

Como en cualquier dolor, siempre hay un poco de verdad en él. Su madre era una viuda que ya criaba a un hijo pequeño cuando el futuro padre de Yasuo llegó a su vida como un viento otoñal. Y, justo como la solitaria estación, se había marchado antes de que el invierno jonio cubriera a toda la pequeña familia.

A pesar de que Yone, el medio hermano mayor de Yasuo, era respetuoso, considerado y prudente (todo lo opuesto a Yasuo), ambos eran inseparables. Cuando los otros niños se burlaban de Yasuo, Yone se encargaba de defenderlo. Pero lo que Yasuo carecía en paciencia, lo compensaba con determinación. Cuando Yone comenzó con su entrenamiento en la renombrada escuela de espadachines de la aldea, el joven Yasuo lo siguió y esperó afuera, bajo la lluvia monzónica, hasta que los maestros cedieron y abrieron sus puertas.

Para la enorme molestia de sus nuevos compañeros, Yasuo demostraba tener un talento innato, siendo el único alumno en muchas generaciones en llamar la atención del Maestro Souma, el último en dominar la técnica legendaria del viento. El anciano pudo reconocer el potencial en Yasuo, pero al igual que intentar detener a un torbellino, este discípulo era conocido por ignorar la mayoría de las lecciones. Yone imploró a su hermano hacer a un lado a su arrogancia y le regaló una semilla de arce, la mayor lección de humildad en toda la escuela. A la mañana siguiente, Yasuo aceptó ser el aprendiz de Souma y su escolta personal.

Cuando la noticia de la invasión noxiana llegó a la escuela, algunos se sintieron motivados por la gran batalla que había tenido lugar en el Placidium de Navori y pronto todos aquellos capaces de luchar abandonaron la aldea. Yasuo deseaba ofrecer su espada a la causa, pero incluso cuando sus compañeros y su hermano habían ido a la batalla, él recibió la orden de quedarse y proteger a los maestros.

La invasión se transformó en una guerra. Finalmente, en una noche lluviosa, los tambores de una marcha noxiana se escucharon en el valle contiguo. Yasuo, en su ingenuidad, abandonó su posición creyendo que podría revertir la situación.

Pero cuando llegó, no encontró ninguna batalla, solo una enorme tumba con cientos de cadáveres jonios y noxianos. Algo terrible y antinatural había ocurrido allí, algo que ninguna espada hubiera sido capaz de detener. La misma tierra parecía estar contaminada por eso.

Con serenidad, Yasuo regresó a la escuela al día siguiente, solo para encontrarse rodeado por los estudiantes restantes empuñando sus espadas. El Maestro Souma estaba muerto y Yasuo era acusado no solo de incumplimiento y negligencia, sino de asesinato. Comprendió que el verdadero asesino no sería castigado si no actuaba con rapidez, así que se abrió paso para escapar, sabiendo que esto confirmaría su aparente culpa.

Yasuo, ahora un fugitivo en la asolada tierra jonia, buscó cualquier rastro que pudiera llevarlo al asesino. Durante todo ese tiempo lo persiguieron sus antiguos aliados y era forzado a pelear o a morir. Era un precio que estaba dispuesto a pagar, hasta que lo persiguió quien más temía: su propio hermano Yone.

Obligados por el honor, se rodearon mutuamente. Cuando sus espadas colisionaron, Yone no era rival para su hermano y, con solo un destello de acero, Yasuo lo derribó.

Imploró por el perdón, pero las últimas palabras de Yone fueron sobre las técnicas de viento responsables de la muerte del Maestro Souma. Su hermano era el único que podía haberlas conocido. Después, el silencio los envolvió y Yone falleció antes de poder otorgar cualquier absolución.

Sin maestro ni hermano, Yasuo deambuló por las montañas desconsolado, bebiendo para olvidar la guerra y las pérdidas, como una espada sin vaina. En la nieve, conoció a Taliyah, una joven maga shurimana que había huido de la milicia noxiana. En ella, Yasuo vio a una alumna improbable y, en sí mismo, un maestro aún menos probable. La entrenó en la senda de la magia elemental y en el viento forjador de piedras; aceptando finalmente las enseñanzas del Maestro Souma.

Su mundo cambió por los rumores de un dios emperador shurimano en ascensión. Cuando Yasuo y Taliyah separaron sus caminos, él le regaló la semilla de arce; la lección estaba aprendida. Mientras que ella regresó a su tierra desértica natal, Yasuo se dirigió a su propia aldea, decidido a enmendar sus errores y a encontrar al verdadero asesino de su maestro.

Entre los muros de piedra de la sala del consejo, se reveló que la muerte del Maestro Souma había sido un accidente provocado por una exiliada noxiana llamada Riven, quien sentía un profundo remordimiento por lo sucedido. Sin embargo, Yasuo no podía eximirse por la decisión de abandonar a su maestro ni, peor aún, por cómo esa decisión culminó con la muerte de su hermano Yone.

Al día de hoy, Yasuo continúa deambulando las tierras, siendo su sentido de culpa lo único que pesa en el viento.

Irelia, La Cuhilla Danzante



          Desde que era pequeña, Xan Irelia estaba fascinada por la elegancia y la belleza del movimiento humano. Bajo la tutela de su abuela, aprendió los bailes tradicionales de su región. A pesar de cuestionar su supuesta conexión mística con el Espíritu de Jonia, el amor que sentía por los bailes era verdadero. En su búsqueda por dominar el arte, dejó su hogar para estudiar con algunos de los intérpretes más respetados de toda Jonia, en el Placidium de Navori.

La gente de Irelia era pacífica y procuraban mantener armonía entre ellos, pero había rumores sobre invasores forasteros que se habían avistado en las costas y muchos en el Placidium se sentían intranquilos. Irelia regresó a su aldea y la encontró atestada de soldados con cascos de acero provenientes de Noxus que empujaban con los extremos de sus lanzas a civiles desarmados por las calles. Duqal, el almirante noxiano, había tomado el hogar de Xan como cuartel de sus oficiales de flotilla.

Era evidente que tanto los hermanos de Irelia como su padre, Lito, se habían opuesto; su familia entera yacía en tumbas sin nombre, en los jardines.

Desolada por el dolor, la joven vio cómo los hombres se llevaban los objetos de su casa. Entre el botín se encontraba un escudo grande metálico que representaba el emblema familiar de Xan. Irelia se apresuró para llegar a él y se lo arrebató a los noxianos. El almirante la arrojó al suelo y sus guerreros destruyeron el escudo con un gran mazo de hierro. Después, les ordenó que cavaran una tumba para la presuntuosa niña.

Mientras la rodeaban, Irelia apartó la mirada, observando los fragmentos del escudo de los Xan esparcidos por el suelo. Desde lo más profundo de su alma, sintió un extraño ritmo que comenzaba a latir. Los fragmentos de metal comenzaron a moverse, a retorcerse y a girar por sí mismos, e Irelia pudo sentir la plácida alegría de los bailes ancestrales una vez más...

Con un movimiento de su brazo, sintió cómo las piezas metálicas volaban como cuchillas irregulares, atravesando a dos noxianos. Luego, aprovechó la conmoción de Duqal y sus oficiales para recoger los fragmentos de su escudo familiar y huyó de la aldea.

En los silenciosos bosques lejanos, Irelia lloró a su familia y recordó las enseñanzas de su abuela. Se percató de que las técnicas que había aprendido eran más que danzas simples... eran una poderosa expresión de algo mucho más grande.

Pronto, la invasión noxiana puso a prueba la frágil paz de las Tierras Prístinas. Se decía que incluso la líder religiosa, Karma, se había visto obligada a atacar a los invasores con magia letal, aunque sus seguidores se habían retirado hacia el Altar Permanente y no consentirían más violencia. En todo Navori, las voces disconformes comenzaron a aliarse. La resistencia se estaba formando y no descansarían hasta ver a Jonia libre una vez más. Irelia se unió a sus filas. Interpretaba sus preciados bailes para ellos en los campamentos situados en el bosque para preservar los vestigios de su evanescente cultura.

Tan solo tenía catorce años cuando regresó al Placidium. Los guerreros de la resistencia se unieron a la milicia, que había jurado proteger los monasterios y los jardines sagrados.

Pero Noxus sabía muy bien lo que representaba ese lugar. Un astuto general en particular, conocido como Jericho Swain, capturó el Placidium y tomó a los defensores como rehenes, esperando atraer a los refuerzos que inevitablemente llegarían y tenderles una trampa.

Fue este el momento en que Irelia ascendió para encontrarse con su destino. Liberada de sus ataduras, desató el máximo potencial de su danza ancestral de cuchillas, atacando con elegante fervor. Una decena de veteranos de Swain cayeron, sembrando caos en sus filas mientras otros cautivos se unieron a ella. Luego, atacó y le arrancó el brazo al propio general. La imagen de la chica rebelde levantando el brazo amputado sobre su cabeza marcaría un punto decisivo en la guerra.

Esta victoria, la Gran Batalla de Navori, garantizó que todos en Jonia conocieran el nombre de Xan Irelia, considerándola una gran líder. Con renuencia, ella lideró la creciente resistencia durante casi tres años de extenuante batalla, antes de su triunfo en la Bahía Dalu. Allí, finalmente arrinconó al derrotado almirante Duqal y cobró la venganza que había esperado tanto tiempo.

Aunque la guerra concluyó hace mucho, Jonia había cambiado para siempre. Las Tierras Prístinas están ahora divididas por facciones rivales peleando entre ellas con tanta amargura como la que sentían hacia los noxianos. Muchos siguen acudiendo a Irelia en busca de respuestas, pero, mientras algunos celebran su poder, ella se mantiene intranquila.

En el fondo, solo desea bailar en soledad.